Carta a mi hija 1.

Hija mía:
Estas a menos de dos meses de nacer, de conocer la vida y todo lo que ella incluye.
Me gustaría decirte que en la vida todo es bello, que todo son sonrisas, besos y una comida caliente en la mesa. Que todo es parecido a la nieve de chocolate con almendras, dulce, suave y deliciosa. Que todo es bailar por horas y sentir como el alma se pone contenta. Que todo es como un viaje a otro país donde te encuentras con la belleza de la creación de Dios o la belleza de la inteligencia y la creatividad humana que te hacen quedarte muda ante una obra de Van Gogh o de Miguel Ángel. Que todo es como una tarde buena con amigos y buena conversación. Que todo es generosidad , lealtad y honorabilidad. Que todo esto y nada mas que esto hermoso te espera cuando nazcas. 
Pero la vida amor mío, no solo se trata de eso, hoy te escribo con el alma profundamente triste por ver y vivir el dolor humano, el sufrimiento, la agonía, la enfermedad que te quita lo que eres y te transforma en alguien diferente, en el cancer, que te acaba poco a poco y te arrebata lo que más quieres, y más allá de eso, ver el rencor y el odio que provocan nuestras acciones, la maldad y la perversión humana que nos hace priorizar cosas tan vanas como el dinero. El dinero hija mía, es la cosa más vil por la que alguien puede luchar, he visto personas, familias, países y mundo entero pelear por dinero. Si algún consejo puedo darte en la vida que vas a conocer es, jamas te muevas por dinero, jamás hagas una cosa buena pensando en dinero y jamas te pelees con alguien por dinero. Ese dinero que por mas que intentes no te puede comprar la salud, no te puede comprar el amor, ni la paz, ni una noche abrazada con el amor de tu vida, ni una tarde en la playa con tus seres queridos. Los momentos más bellos de la vida, hija, no se compran con dinero. 
Vive, disfruta, ama, abraza, besa, come, ríete, y sobre todas las cosas pon en primer lugar a Dios, que es nuestra única fuerza en los momentos de dolor, y nuestra única esperanza en el sufrimiento. 
A pesar de que eso es la vida, un balance de lo bueno y lo malo, vale la pena vivir cada hora que se nos regala, con la esperanza de que estamos de paso y que en la otra vida que nos tiene preparada Dios, serán puras cosas bellas. 


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