Un lugar de cuyo nombre no logro acordarme

Me gusta ser yo y no me imagino siendo alguien más, con todo lo que soy y lo que comprendo, con todo lo que forma parte de mi. Si , ahora acepto y entiendo mis errores, y no me tengo lastima pero tampoco me acuso, porque se que puedo cambiar si me aferro.  Acepto y quiero mi rostro no delicado, mis manos debiles y flacuchas que no pueden abrir una botella de agua, mi pelo que no se acomoda con nada y quiza sea el pelo más feo del planeta, pero es mio y me hace ser yo. Cuantas veces quise aferrarme a algo que no era, a algo imaginario y hoy esta noche de octubre me doy cuenta de que todo lo que soy y nada más, me hace ser única, me hace ser yo.

Algo me pasa a la hora de tomar decisiones , no soy precisamente la mujer decidida, cambio de opción constantemente. En esta etapa de mi vida, es urgente decidir y no lo hago, postergo las cosas más y más. A veces pienso de donde se me metio en la cabeza que la vida ordinaria es mala, o que no es lo que quiero, veo a todos felices haciendo su vida normal, es decir, acaban la carrera, trabajan, se casan, tienen hijos, toman café con las amigas, van los domingos a misa, festivales de los hijos, una casa, un jardin, la quinceañera de la hija, los nietos, chocolate abuelita, los chismes de la cuadra, la jubilación y la espera de la muerte. No quiero eso, sinceramente, y es ahí donde mi indecisión viene a flote. Quiero casarme, si, y tener hijos, tambien, pero que hay de conocer el mundo con una mochila por equipaje, que hay de las maestrias y doctorados, que hay del sueño de ser nomada por unos 20 años, de escribir un libro y de leer mil, que hay de conocer culturas que no son la mías, de